miércoles, 15 de abril de 2020

El Sagrario Metropolitano: un testigo de la historia



Carlos Humberto Loza Gutiérrez.


El Sagrario Metropolitano de Guadalajara es un bello ejemplo de la arquitectura neoclásica de la capital del Jalisco, obra de dos grandes arquitectos que habitaron tierras tapatías, José Gutiérrez y Manuel Gómez Ibarra, que durante la primera mitad del siglo XIX lo trazaron y edificaron no sin pasar muchos esfuerzos y penurias a lo largo de cuarenta años.

Los Orígenes:
Pero su historia no se limita a la construcción del edificio, dado que la Parroquia del Sagrario es tan antigua como la ciudad misma, para encontrar su origen es preciso remontarnos al siglo XVI, al año del 1542, en que fue creada la primera parroquia dedicada a San Miguel Arcángel, siendo su primer Párroco, Bartolomé de Estrada quien percibía un sueldo anual de 123 pesos anuales.[1] Se ubicaba en algún punto de lo que fue el convento de Santa María de Gracia, en donde hoy día se encuentra el Palacio Legislativo, a un costado del Teatro Degollado. Un año después el cura Luis Lorenzo se hizo cargo de la Parroquia, cabe señalar que su propósito es administrar los sacramentos a los fieles y llevar un registro de los bautismos, nacimientos y defunciones de los feligreses que habitan en la jurisdicción de la parroquia, que son asentados en libros de registro, el libro más antiguo del registro del Sagrario data de 1599, es mixto ya que contiene registros de nacimientos, matrimonios y defunciones, el registro más antiguo fue el bautismo de niño Luis Delgado, quien fue bautizado en julio de 1599.
          En 1560 Guadalajara se convirtió en la capital del Obispado de la Nueva Galicia y la pequeña capilla dedicada a San Miguel se convirtió en la primera catedral de la ciudad; por tal motivo el Obispo Fray Pedro de Ayala mandó construir una catedral que pudiera albergar a las decenas de feligreses con lo que dio inicio la construcción de la actual catedral de la cual se colocó la primera piedra según algunos en 1561. Pasaron muchos años para que fuera terminada, ya que fue consagra en 1618. En el nuevo edificio albergó el Sagrario que fue ubicado en la actual capilla del Señor de las Aguas, localizada bajo el cubo de la torre norte del inmueble. Según los historiadores Juan B. Iguiniz y Juan Toscano García de Quevedo, fue en este lugar donde se efectuó el primer bautismo en la Catedral en una ceremonia celebrada el 19 de febrero de 1618, al ser bautizado el niño   Hernando Costilla y Saavedra, quien recibió el sacramento de manos del padre Pedro Gómez de Colio.[2]
          Durante años el Sagrario permaneció en aquel reducido espacio, el tiempo y los constantes temblores dejaron en estado deplorable a la catedral, que perdió sus torres en varias ocasiones al igual que parte de la fachada, y por ende, el Sagrario también resultó dañado y al final del siglo XVIII se encontraba en ruinas. Por tal motivo el ilustre obispo de Guadalajara, fray Antonio Alcalde decidió construir un edificio exclusivo para el Sagrario que, como fue señalado, fungía como la parroquia de la ciudad, por lo que en 1785 asignó la cantidad de ochenta mil pesos para su construcción. La situación reinante en la Nueva España no permitió, 1785 y 1786 es conocido en la historia como el año del hambre, una serie de helados provocaron la pérdida de las cosechas de ese año y al agotarse las cosechas se vivió una hambruna sin precedentes. En la Nueva Galicia la situación fue alarmante, en los pueblos la comida escaseó por lo que muchas familias emigraron a Guadalajara en busca de sustento que no encontraron, la situación fue desesperada, por todos lados se veían mendigos implorando por un pedazo de pan, y al caer la noche, cuando los tapatíos comenzaban a refugiarse en sus casas, quedaban tendidos los cuerpos sin vida de pobres desafortunados que no consiguieron ni un mendrugo que comer durante días. La emergencia vivida obligó a las autoridades del ayuntamiento de la ciudad a solicitar los ochenta mil pesos en préstamo cosa que fue concedida por lo que la construcción del Sagrario se postergó para tiempos mejores.[3]

El Edificio Actual
Fray Antonio Alcalde murió en 1792, entonces su sucesor Juan Ruiz Cruz de Cabañas, retomó su proyecto, y escribió al Rey solicitando su autorización para iniciar su edificación; la Carona respondió positivamente en mayo de 1804, por lo que de inmediato el obispo Cabañas y el Intendente de Guadalajara, Abascal y Souza comenzaron a realizar los planes de construcción. Ambos acordaron lo siguiente: el Sagrario sería edificado en los terrenos ubicados al sur la Catedral, en el lugar que se encontraba el cementerio; la construcción debía contar con baptisterio, sacristía, un cuarto para despacho y custodia para los libros parroquiales, así como una habitación para el párroco en turno; se acordó solicitar a la Academia  de San Carlos de la ciudad de México que enviara un arquitecto de valía para que efectuara el proyecto. Finalmente convinieron que el nuevo edificio sería de estilo neoclásico que estaba de moda en aquellos años.[4] El obispo Cabañas en 1805, contrató por medio de un apoderado, al arquitecto José Gutiérrez, para que construyera la Casa de la Misericordia, así como el Sagrario Metropolitano, cuyos planos había elaborado con anterioridad.[5] Gutiérrez era el alumno más aventajado de Don Manuel Tolsá, era nativo de Benaque, en Málaga, España donde nació en 1772, a temprana edad emigró a la capital de la Nueva España donde ingresó al Colegio de San Carlos; en 1803, elaboró los planos del Sagrario y en 1808 encabezó la construcción de la Casa de la Misericordia.  
          Por fin el 19 de abril 1808, se efectuó la ceremonia de colocación de la primera piedra donde participaron el obispo Cabañas, el intendente Roque Abarca, representantes del Ayuntamiento y el pueblo en general; se montó lugares especiales que fueron ocupados según su jerarquía, se bendijo la primera piedra y se procedió a colocarla en los cimientos que habían sido previamente señalados. Esta piedra medía más de una vara de largo, estaba hueca y en su interior contenía el tesoro litúrgico, compuesto de “una colección de medallas de oro y plata de las imágenes que se veneraban en los santuarios de la diócesis, como la de María Santísima del Patrocinio de la Bufa Zacatecas, de Talpa, de Mexicaltzingo y de El Corazón de Jesús de Metzticacán, las guías de forastero política y eclesiástica de Madrid del año próximo pasado, y la de México del corriente año, así mismo varias medallas acuñadas con el motivo de la gloriosa proclamación y jura de nuestro soberano el señor don Carlos IV, no sólo de las que en tan plausible ocasión acuñó y repartió el venerable Cabildo Eclesiástico y el ilustre Ayuntamiento de esta ciudad, sino también de las que con el mismo objeto acuñaron y dieron la ciudades de México, Veracruz, Guanajuato, San Luis potosí y el Real de Catorce.”[6]
          De igual forma se colocó un manuscrito que contenía los nombres de quienes promovieron la construcción de la obra y se dotaron a tres niñas pobres con trescientos pesos cada una.[7]La construcción principió con el levantamiento del antiguo cementerio, para el efecto, los restos de los difuntos fueron trasladados, las lápidas levantadas, el suelo preparado con cimientos y terraplenado. A principios de 1810, ya se habían construido algunos muros que medían tres metros de altura, pero con el inicio de la lucha por la independencia las obras fueron suspendidas.[8]         
                   Los acontecimientos políticos impidieron que la obra fuera abandonada por años, hasta que fue retomada por el entonces Vicario Capitular, Diego de Aranda y Carpinteiro, quien contrató al arquitecto Manuel Gómez Ibarra para que reanudara los trabajos, quien tardó ocho años en terminarla.[9] El resultado de su trabajo fue un bello edificio de estilo neoclásico con un frontón rematado por tres esculturas dedicas a las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad y una hermosa cúpula que fue elogiada por los conocedores del arte, el total de la obra tuvo un costo de 35 mil pesos.  Las tres esculturas señaladas fueron obra del Victoriano Acuña, quien sin lugar a dudas fue uno los grandes escultores del siglo XIX, cuyo trabajo no es muy conocido, pese a que sus obras la encontramos en diversos templos de la ciudad. Nació en Huichapa, Hidalgo; fue discípulo del famoso escultor queretano Mariano Perusquia, sus obras principales se encuentran en la catedral y el Sagrario, entre ellos el conjunto escultórico de la Coronación de la Virgen.  
          Según el historiador Juan Toscano García de Quevedo, el Sagrario sufrió desperfectos al poco tiempo, debido a la mala cimentación de la construcción y al peso excesivo de la cúpula que provocaron cuarteaduras en pisos y paredes. Aunado a lo anterior, los constantes sismo sufridos en la ciudad deterioraron el edificio hasta llegar arruinarlos:

Los abundantes sismos que sufrió la ciudad en el siglo XIX dañaron seriamente el edificio. El de 1847 agrietó de tal forma la ya de por si cuarteada cúpula que según nos narran las crónicas e informes de la época, por las hendiduras entraba el soy y la lluvia hasta el pavimento. Así y todo, la cúpula fue solo reparada y continuó en su sitio con gran peligro de los fieles.[10]                                                                                                                                      

          En 1875 la ciudad de Guadalajara sufrió un enjambre de temblores que dañó prácticamente todos sus edificios, en el caso del Sagrario la cúpula sufrió severos daños, por lo que el arquitecto Ramón Cuevas recomendó derribarla, pero el mismo Gómez Ibarra intervino en la discusión y finalmente recibió la comisión de restaurarla, añadiéndole cuatro pórticos en los puntos cardinales que le dieron solidez.[11]Pero la madre naturaleza no para y en 1900 un fuerte sismo dañó la cúpula, así como varias secciones del interior por lo que no quedó más remedio que sustituir la cúpula de Gómez Ibarra. Por tal motivo la diócesis contrató al Ingeniero  Antonio Arroniz, quien tardó ocho años en su culminación. Durante algunos momentos el Sagrario tuvo que ser trasladado al templo de Santo Tomás. El 26 de diciembre de 1910, el Arzobispo José de Jesús Ortiz efectuó la segunda dedicación del templo en la cual se bendijo el templo, las imágenes y los ornamentos sagrados. Durante la ceremonia se colocó en el altar principal una cajita de plata que contenía el acta de bendición.[12]   


[1] Juan Toscano García de Quevedo. “El Sagrario Metropolitano de Guadalajara,” en El Informador. Agosto 3 de 1996. 4-Dp.
[2] Juan Toscano García de Quevedo. “Postigo, El Sagrario Metropolitano de Guadalajara, tercera parte,” en El Informador. Agosto 31 de 1996. 5-Dp.
[3] Trinidad Laris. Guadalajara de Indias. Guadalajara. Ediciones Pacifico 2012. 51p.
[4] Trinidad Laris.“La Iglesia del Sagrario Metropolitano de Guadalajara,” en El Informador. Abril 19 de 1939.
[5] Trinidad Laris. Guadalajara… Ibid. 51p.
[6] José Ignacio Dávila Garibi. Apuntes para la historia de la Iglesia en Guadalajara. Tomo IV. Volumen I. Guadalajara. Editorial CVLTVRA TG: S.A: 1967. 185-188pp.
[7] Ibíd.
[8] Trinidad Laris. “La iglesia del Sagrario Metropolitana de Guadalajara,” en El Informador. Noviembre 19 de 1939. 
[9] José Dávila Garibí. Óp. cit. 573p.
[10] Juan Toscano García de Quevedo. “El Sagrario Metropolitano de Guadalajara. Sexta Parte,” en El Informador. Septiembre 21 de 1996. 5-Dp.
[11] Trinidad Laris. Guadalajara de Indias Óp. Cit. 51-52pp.
[12] Juan Toscano García de Quevedo. “El Sagrario metropolitano de Guadalajara, “en El Informador. 21 de septiembre de 1996. 5-Dp.

1 comentario:

  1. En un tiempo también el templo del Pilar fungió como parroquia, de ahí le quedo el nombre de Parroquia a la calle.

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